En la ciudad de Chuquisaca en 1834, salió a luz una composición llamada "Marcha Nacional"; obra del maestro peruano, catalogado como el primer músico de América, Pedro Ximenez Abrill y Tirado, quien ejercía el cargo de maestro de capilla de la Catedral de Chuquisaca. Esta composición no llegó a oficializarse, muy posiblemente por la importancia ha sucitarse con motivo de la creación, organización y eliminación de la Confederación Peruano-Boliviana. Las partituras originales se encuentran en el Archivo Histórico de la catedral chuquisaqueña, formando parte del patrimonio musical de Bolivia. Existe una interpretación a piano, ejecutada por la maestra María Antonieta García-Meza de Pacheco, en una compilación en CD como homenaje a la obra de Ximenez Abrill y Tirado.
Una vez consolidada la independencia y soberanía de Bolivia el 18 de noviembre de 1841 en la batalla de Ingavi, se advirtió nuevamente la necesidad de una canción patriótica ya que el general José Ballivián, presidente de Bolivia en ese entonces, notó que las pequeñas bandas del Ejército no alcanzaban conquistar el fervor popular, ejecutando, marchas españolas heredadas y piezas populares.
Fue en esas circunstancias que Ballivián tuvo conocimiento de la visita a Chile del maestro y compositor italiano Leopoldo Benedetto Vircenti, a quien invitó en 1844 a ejercer el cargo de director general de bandas del Ejército y componer, bajo contrato, la música de la Canción Patriótica. Vincenti llegó a La Paz en septiembre de 1844 y encontró a las bandas musicales en un estado calamitoso, según se pudo establecer en sus cartas familiares. Su trabajo fue agotador, muchas veces se acostaba vestido para ir de madrugada a los cuarteles. Los ensayos fueron largos y apremiantes. Vircenti rechazaba un texto y otro, fue entonces que el Dr. José Ignacio Sanjinéz, abogado y poeta, le presentó los inspirados versos del que hoy es el Himno Nacional de Bolivia, redactados originariamente en español.
En la Plaza Murillo de La Paz al medio día del 18 de noviembre de 1845, después de realizarse un Te Deum en la Catedral de La Paz en homenaje a la batalla de Ingavi, la expectativa era general. Las bandas militares de los Batallones 5.º, 6.º y 8.º hicieron escuchar, por primera vez, los acordes del himno nacional de Bolivia. Ballivián salió emocionado a uno de los balcones del Palacio Quemado, felicitando la interpretación con un gesto muy singular.
Esa misma noche simultáneamente se estrenó el Teatro Municipal de La Paz, en un programa de carácter lírico-musical, en cuya parte central estaba la interpretación de la Canción Patriótica; asistieron al acto: el presidente de la República José Ballivián con su gabinete, autoridades prefecturales, municipales y público congregado. El nuevo teatro estaba colmado, la canción se interpretó en su integridad, el coro emocionó a Vincenti y a sus ojos asomaron lágrimas. Los primeros versos para el maestro italiano son sublimes y tienen una belleza que eriza los cabellos y enciende fuego en las venas: «Bolivianos el hado propicio coronó nuestros votos y anhelos. Es ya libre, ya libre este suelo, ya cesó su servil condición». La concurrencia se deshizo en aplausos. Las exclamaciones de júbilo premiaron la actuación coral. Hubo lágrimas y una honda emoción se apoderó de todos. Los personeros del gobierno, el mismo héroe de Ingavi, el presidente Ballivián, felicitó efusivamente a los autores del himno nacional.